Da la sensación de que a veces todo lo que hacemos nos conduce siempre al mismo lugar, cada uno el suyo. Igual que tenemos una química con las cosas, lo hablé aquí en mi blog, también tenemos una química con el azar, con nuestros movimientos, con los giros de nuestros pies. Y eso hace que las cosas ocurran como ocurren. Cada uno tenemos un encargo invisible en la vida, más grande, más pequeño, más ruidoso, más inadvertido.
Si lo pienso concienzudamente todo en mi vida deriva en arte, es casi un laberinto del que no puedo salir. Y no querría tampoco, estoy a gusto en mi mundo visual, amplio, luminoso. De niño no se razona pero te vas definiendo al ejecutar pequeñas decisiones; decisiones aparentemente sin importancia, que no cambian el mundo pero que te van haciendo quien eres. No hay escapatoria. No puedes dejar de ser tú.
Luego un día abres los ojos y lo comprendes. Yo tengo que hacer esto como sea.
Sueño con arte de día y de noche porque sé que el arte es poderosísimo y que hay mucho aún por hacer. El arte está en contínua evolución, vivimos impregnados en él, nos va calando día a día, silenciosamente, y es el culpable de que nos sintamos vivos: la música, la lectura, un cuadro bello, una ilustración... Qué importante es el arte y qué poco tiempo nos queda al día para saborearlo...
Hoy he ido a hacer la compra a Carrefour para llenar mi nevera, porque acabo de aterrizar de mis vacaciones como aquel que dice, y está que da pena. Antes de llegar a la sección de alimentos, me he detenido, como de costumbre, en la sección de libros, revistas y películas y me han pasado casi dos horas sin darme cuenta; no exagero. Estoy dos días sin niños y me puedo permitir soltar el hilo y perder un par de horas sin volverme loca con el timing rutinario de madre y esposa. Me hace feliz hojear, sentir el olor de los libros, curiosear, aprender, descubrir... Finalmente me he llevado cinco cuentos interesantes para mis hijos, que por cierto estaban de oferta, y por poco me llevo un libro de esos que te hablan de cómo conseguir tus sueños y no decaer en el transcurso del proceso y bla bla bla. Estos libros siempre me han parecido una bazofia porque sé perfectamente lo que hay que hacer para conseguir un objetivo, no hace falta que nadie me lo recuerde: trabajar mucho y no desanimarse. Lo sé. Por eso lo he dejado de vuelta en la estantería para otro que necesite leerse las pautas más despacio. Yo tengo la pasión, la energía, las ganas, y si tiene que ocurrir ocurrirá: querría poder contribuir a que el mundo sea un lugar más seguro acercando el arte a la rutina de las personas. Sé que es elemental tener belleza alrededor para poder sacar lo mejor de cada uno. Sé que cada persona tiene una historia que contar y que no siempre se da la ocasión idónea para contarla. Sé que el arte ayuda a reflexionar, es terapéutico. Yo quiero que el arte sea costumbre, no accidental, quiero dar herramientas y desearía que igual que tomamos un desayuno para arrancar el día, también aireáramos nuestras inquietudes antes o después de ir a trabajar, para que no se pudran y se olviden. De forma natural.
Eso es lo que quiero hacer por la gente. Quiero darles ese lugar para crear, aprender, reflexionar, mirar... Ese Club de Arte es mi asignatura pendiente con el mundo. Mi barrera es puramente económica pero tengamos fe. Poco a poco.
En el hipermercado me he permitido agenciarme una película de Tim Burton (soy una gran cinéfala): BIG EYES, sin saber que, como no, trataba de la vida de una artista: Margaret Keane. Más arte. Todo en mi vida tiene que ver con el arte. Pues bien, película recomendable 100%. Me ha fascinado la historia, lo bien contada que está y lo bien que trabajan los actores. No podría ser de otra forma con este maravilloso director.
MARGARET KEANE
Margaret se casó con Walter Keane y adoptó su nombre para firmar sus cuadros porque el arte de las mujeres en la época no era considerado importante, y su marido lo aprovechó sutilmente para quedarse con todo el mérito y hacerse rico y famoso. A la vez, la mantuvo encerrada en su estudio pintando 15 horas al día mientras él daba la cara ante un público que le aclamaba cada vez más. Diez años después ella le pide el divorcio para recuperar su vida y su arte, y cuenta la verdad al mundo a través de la radio: que los cuadros son suyos y que ella es la única pintora de la familia. Él lo niega todo y van a juicio. El juez, para determinar de una vez la autoría de las obras, les hace pintar a ambos en la sala. Así se descubre el pastel y él pierde definitivamente la credibilidad.
De nuevo una mujer talentosa que vive en una época en la que las mujeres sólo pueden aspirar a ser esposas y madres, se revela para hacerse un hueco y brillar con luz propia.
Margaret opinaba que los ojos transmiten quienes somos en realidad y que por eso siempre los hacía mucho más grandes de lo normal. Pintó niños tristes mientras ella estuvo triste y reprimida y cuadros más alegres y de color más intenso cuando fue más feliz.
Pintora junto a Amy Adams, actriz que representó en la película el personaje de Margaret.
Trailer de la película
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